Comentario
El grupo cultural mejor conocido es denominado por J. Mellaart "Early Neolithic of Anatolia" y está formado por un grupo de poblados que se distribuyen geográficamente en la zona central de Anatolia, principalmente en la llanura de Konya. Se trata de un altiplano, relativamente húmedo con precipitaciones por encima de los 200 mm/año, lo que permite desarrollar una agricultura sin necesidad de practicar la irrigación.
El origen de este grupo cultural aparece más claro después de las últimas investigaciones y se relaciona con el fondo precerámico anatólico. Los dos yacimientos clave de estos momentos, Catal Huyuk y Hacilar, se reparten la representación cronológica, el primero cubriendo la primera mitad del milenio, y el segundo la segunda mitad. Completan el grupo una decena de asentamientos, entre los cuales destaca también el de Can Hassan III; los demás han sido poco estudiados, hecho que dificulta una interpretación económico-espacial global de las instalaciones conocidas.
El poblado de Catal Huyuk constituye sin duda la mejor muestra del Neolítico antiguo en la zona de Anatolia. Se trata de un gran poblado que cubre cerca de 12 hectáreas con una disposición urbanística de tipo aglutinante, es decir, la práctica ausencia de calles y espacios exteriores, con una colocación de las casas en pendiente cubriendo la práctica totalidad del espacio. Las construcciones son de planta cuadrangular o rectangular, con muros de adobe y enlucidos con arcilla o cal, en la que cabe destacar la ausencia de puertas, dado que los accesos de las mismas se sitúan en el tejado. En el interior se hallan dispositivos domésticos como banquetas, plataformas, hogares y hornos y finalmente nichos para el almacenamiento.
La cerámica, no muy abundante, es monocroma de formas simples y tonalidad negruzca, con poca decoración. La conservación excepcional del yacimiento ha permitido conocer recipientes de madera (calas, platos, tenedores...) y de sacos de cuero. El utillaje óseo es rico y variado y, como en Cayonu, destaca la presencia de objetos de cobre, obtenidos por simple martilleado; los útiles son fabricados con obsidiana, presentan una talla laminar y un aumento significativo del retoque por presión de tipo bifacial, sobre todo en puntas de flecha, de lanza y cuchillos.
Pero uno de los aspectos más excepcionales sin duda es la documentación artistico-simbólica. Se trata de una serie de construcciones, interpretadas como santuarios por J. Mellaart, que presentan unas características morfológicas y constructivas idénticas a los hábitats domésticos, pero con una formidable riqueza de pinturas murales y de relieve.
La temática de las mismas se centra principalmente en representaciones femeninas y de bóvidos. Las primeras, interpretadas como diosas, aparecen en altos relieves de tipo monumental, a menudo con brazos y piernas abiertas dando a luz a toros. Estas representaciones aparecen también en relieve, que en algunos casos pueden ser figuras dobles, entre ellas destacan las representaciones de panteras, bien solas bien en confrontación figura femenina-pantera. También son características las alineaciones de relieves representando una serie de pechos femeninos, elaborados en arcilla y en cuyo interior se hallan depositadas mandíbulas de carnívoros. Las representaciones de toros son asimismo de tipo monumental, pintadas o en bajorrelieve, destacando las representaciones de cabezas, moldeadas en arcilla y astas naturales dispuestas de forma alineada. Menos abundantes son las representaciones de ciervos y de tipo floral.
El régimen alimentario está caracterizado por una agricultura cerealística fuertemente implantada con 14 especies cultivadas, completándose con leguminosas (guisantes, lentejas) y el cultivo del lino. El cultivo de esta última especie, dadas sus necesidades acuáticas, muestra la utilización de algún tipo de irrigación primaria. La ganadería está representada por ovejas y cabras, el buey se encuentra en curso de domesticación y también se documenta una caza completamente de cérvidos, jabalíes y leopardos.
La extensión del poblado de Catal Huyuk, la habilidad de los artesanos y la riqueza de sus materiales han permitido una interpretación del mismo como una estructura socioeconómica relativamente compleja, con los primeros signos de estratificación social. A este nivel las sepulturas, de tipo secundario, siempre en el mismo hábitat, muestran unas variaciones tanto cualitativas como cuantitativas en la composición del ajuar, según el sexo, pero dentro de una gran homogeneidad que, a su vez, se muestra igualmente en la morfología y las técnicas de construcción de los hábitats. Una de las interpretaciones más sugerentes es la realizada por C. Renqueé, que considera a Catal Huyuk un centro comercial donde la obsidiana es almacenada antes de entrar en los circuitos comerciales de distribución. La complejidad del estudio del origen e intercambio de esta materia prima y el desconocimiento de los otros poblados de esta cultura dificulta actualmente la aceptación definitiva de esta hipótesis.
El poblado, más reciente, de Hacilar muestra en la segunda mitad del VI milenio la continuidad de esta cultura, con ciertas variantes, como la presencia de cerámica pintada y una arquitectura ligeramente más compleja, principalmente con la presencia de un piso superior. Destaca también una documentación artístico-simbólica (figurillas...) de riqueza, calidad y belleza similares a las de Catal Huyuk.
La rica documentación artístico-simbólica de este Neolítico anatólico y su inclusión en el marco de las representaciones artísticas del Neolítico precerámico del Próximo Oriente permiten una aproximación más detallada al mundo ideológico-religioso de estos primeros grupos con producción de subsistencia. J. Cauvin, en una investigación reciente, propone la hipótesis de que la emergencia de la noción de la divinidad constituye una de las transformaciones esenciales de la neolitización. Observa que las representaciones femeninas forman una temática constante en todo el Oriente Próximo, aunque puedan presentarse con estilos plásticos diferenciados. Junto a estas representaciones, que en determinados lugares pueden completarse con la figura de las panteras-carnívoros, se hallan las de los toros, formando un doble símbolo que tendrá una perduración en todo el Mediterráneo antiguo. Las variaciones en el tratamiento del cuerpo indican que las representaciones femeninas del Neolítico precerámico tendrían un primer simbolismo ligado tradicionalmente a la fecundidad, pero mostrarían, además, un carácter divino, observable de manera evidente en Catal Huyuk, donde tanto la temática de la mujer-pantera como las representaciones del toro, adquieren unas posiciones y dimensiones dominantes que indicarían un verdadero sistema jerarquizado del pensamiento simbólico. La diosa madre y el toro constituirían, pues, las verdaderas divinidades de la unidad religiosa del Oriente Próximo.